Si Ildefons Cerdà diseñó el Eixample de Barcelona, tal y como hemos visto en este artículo, los arquitectos (aunque contrarios al plan del Ensanche) le pusieron la nata a todo el entramado. Hubo ciertas circunstancias que provocaron que hoy en día se pueda apreciar tan bonito entorno, y es que para las corrientes artísticas del momento, un diseño tan cuadriculado suponía una homogeneidad demasiado extrema, como si de un plan soviético se tratase. Pero por suerte, esa homogeneidad que sí se disfruta a vista de pájaro, no se vive a pie de calle, y para ello tuvieron mucho que ver los arquitectos insuflados de las corrientes artísticas del modernismo, novocentismo, neoclasicismo y tantas variedades que cargan hoy de elementos y ornamentos todas las fachadas de Barcelona.
Podemos imaginar que si la expansión de Barcelona se hubiese dado en el siglo XXI, hoy tendríamos una cuadrícula repleta manzanas con cajas de zapatos como construcciones, pero por suerte a finales del siglo XIX la burguesía catalana estaba en pleno apogeo y no dudó en invertir en la belleza de sus viviendas.
Y para que eso suceda, tenemos clara la aportación de los ilustres arquitectos catalanes que inflan las guías turísticas, sin embargo, el éxito no reside solamente en ese «top 10» de emblemáticos edificios de Barcelona. El éxito reside en la gran cantidad de fachadas sin nombre que hacen que no puedas dejar de mirar hacia arriba y hacia los lados mientras paseas por la ciudad por tal de no perderte detalle alguno. Y aquí es donde entra nuestro protagonista, pues Enric Sagnier i Villavecchia goza con el poderoso título de ser el arquitecto con más edificios en toda Barcelona.
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